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    El tesoro de las carolinas

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    Cuenta la leyenda popular que por el año 1893 un acaudalado español, de nombre Don Cayetano Salazar y de Miranda, que recidía en la ciudad de Trinidad, vendió todas sus propiedades, acumulando una gran cantidad de dinero en monedas de oro y plata de la época. Juntó sus joyas y otras pertenencias que no vendió, llegando a acumular un tesoro suficiente para cuatro mulos de carga, que eran de común uso en la época para los menesteres de transportación de mercancias.

    Don Cayetano pretendia escapar pues los estragos de la guerra le habian pasado factura a más de un colono de la zona, a algunos comerciantes y marineros que habian perdido sus propiedades ya sea de un bando o el otro de los involucrados en la guera.

    Se dice que ordenó a dos de sus esclavos de mayor confianza, que procedieran a cargar los mulos y que le acompañaron en el viaje que necesitaba hacer. Los escavos desconocian el contenido de la carga, pero como era su labor obedecer tampoco se interesaron por la misma. Don Cayetano decidió su itinerario hacia las montañas de Jibacoa, lugar que gozaba de tranquilidad y donde los convites de la guerra eran practicamente desconocidos.

    Viajó durante días con su preciada carga, evitando en lo posible los caminos más transitados, hasta alcanzar el poblado de Jibacoa, que no contaba aún con una docena de casas. Pasó esa noche en casa de un lugareño en donde recabo información sobre dónde podría comprar una finca donde asentarse y que la carga que transportaba eran semillas, utencilios de labranza y objetos necesarios para el fin de establecerse como colono. Ahí recibió noticias de que dirigiendose al este, por la sierra, se encontraban grandes extensiones de tierra virgen que podían ser explotadas. A la madrugada siguiente Don Cayetano salió con su carga y sus dos esclavos sin decir absolutamente nada de su rumbo.

    Como toda leyenda, llena de incertidumbre y ficción se cree que Don Cayetano tomó el rumbo que le indicó el lugareño y al llegar en un punto conocido como Las Carolinas ordenó a sus esclavos cavar una fosa profunda y enterrar toda la carga. Cuentan que cuando los escalvos finalizaron la labor Don Cayetano los mató a los dos y los enterro junto con el mencionado tesoro para guardar el secreto.

    Aunque no se sabe con exactitud el lugar donde el supuesto tesoro fue enterrado los lugareños sopsechan de un lugar en las montañas nombrado las carolinas puesto que ahí, según se narra, aparecieron unas plantas que reciben este nombre y nadie las vió crecer, solo aparecieron un buen día. 

    De Don Cayetano nunca se volvió a tener nocticias y unos cuentan que prentendía volver por su tesoro cuando la guerra ya terminara, otros cuentan que murió sin jamás regresar por aquellas montañas, entre muchas otras rozones.

    Mucos aventureros, guidados por la leyenda, han intentado encontrar el tesoro y para ello han excavado prolificamente en el mencionado lugar tratando de encontrar al menos una pista, pero jamás se ha encontrado nada.

    Muchos dicen que el tesoro esta maldito y que como fue enterrado con sangre, con sangre debe sacarse.

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