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    La cueva de Atanasia

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    Cueva de Atansia

    El enrevesado mundo serrano en Cuba atesora tantos entuertos y leyendas como el imaginario popular puede acumular. Estas historias se trasmiten oralmente de generación en generación y muchas de ellas tuvieron un basamento cierto, mientras otras nacieron de la gran imaginación montañesa similar a la exuberante e intensa naturaleza del lomerío.
    En el macizo Guamuhaya, en el centro de Cuba, se habla, a modo de leyenda, de Atanasia, la mujer que vivió casi toda su vida en una cueva donde incluso crío a sus hijos.

    Pocos conocen que fue cierto, esa señora existió y no hay nada místico ni irreal en su presencia dentro del socavón ubicado en lo que hoy se conoce como el lago Hanabanilla, único intramontano del país, ubicado en la provincia de Villa Clara.
    Todavía se aprecia, en la línea que limita la represa con los primeros trillos de ascenso a las montañas, la apertura ancha y profunda de una inmensa caverna.
    Cuenta Ángel Rodríguez Quintana, vecino del lugar desde hace más de 65 años, que no es historia, fue un hecho real ocurrido hace tiempo, mucho antes de que se iniciara la construcción de la presa Hanabanilla, en la década del 50 del siglo XX.
    Conocido como el “ Papa”, este lugareño residente en el sitio desde que era un niño, recuerda que un buen día en la cueva apareció una mujer, nadie supo de donde vino.
    La señora se estableció en esa gruta con sus 10 hijos todavía por criar, no se le conocía esposo, ni familiares, solo ella con su prole.
    Relata Ángel que luego conocieron que había enviudado y perdido su casa, por eso se instaló ahí para darle cobijo a su descendencia.
    El Papa la describe como una mujer elegante, alta y delgada no muy joven, tampoco muy bonita, pero muy delicada en su conversación y con buenos modales.
    Recuerda que la cueva donde vivía, siempre relucía por el orden y la limpieza y aunque no tenía divisiones que delimitaran las habitaciones, ella había distribuido sus pocos muebles de forma tal que definían el uso de cada espacio, como si fuera una casa común.
    Por la cercanía con su vivienda, Angel la visitaba y recuerda la existencia de un arroyo que caía al final de la cueva, allí Atanasia tenía los enseres de cocina, por lo que podía aprovechar el agua para lavar las ropas y cocer los alimentos.
    Este campesino, asegura que siempre le llamó la atención la familia que vivía debajo de la tierra, por eso se interesaba por ellos.
    Era muy trabajadora y afanosa, mientras sus hijos fueron pequeños ella sola sembraba café, viandas y granos en el pedazo de tierra cercano a su “casa”, luego cuando los hijos mayores crecieron, la acompañaban en las siembras porque esas tierras son muy fértiles, narra.
    La cueva está en medio de un sendero que él tenía que andar cuando iba y regresaba del trabajo, por lo que en más de una ocasión llegaba para tomar agua, café, conversar, o auxiliarla en alguna tarea, menciona.
    En 1962, cuando se concluyó la construcción de la presa Hanabanilla, los residentes del área fueron reubicados por el gobierno revolucionario en Cumanayagua, municipio de la provincia de Cienfuegos.
    Hasta allá se fue Atanasia con sus hijos, donde años después murió, muy anciana, comenta Angel, quien mantuvo comunicación con esa familia hasta que la matriarca falleció.
    Hoy, con la existencia de la gran presa solo se puede apreciar la entrada del gran agujero, como fiel recuerdo de la vida bajo tierra que llevó una humilde campesina y sus hijos, desalojados de sus bienes por el abusivo e injusto gobierno de turno de la República Mediatizada cubana.

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